jueves, 17 de mayo de 2012

EL SECRETO DEL PAPIRO CAPITULO 2 (PARTEIII)


Sin poder salir de su asombro Silvia siguió a Jack por el pasillo hasta un pequeño despacho en el ala lateral de la universidad. Sus pensamientos pasaban veloces por su mente aturdida. Sin quererlo, se había abierto su caja de Pandora y no sabía si sería capaz de controlarla.

 El despacho era de dimensiones reducidas, pero su espacio había sido aprovechado al máximo. Estanterías de libros hasta el techo y distintas obras de arte antiguas colmaban la habitación. Una mesa de escritorio se encontraba frente a la puerta y sentado a la misma, sumido en sus pensamientos, un hombre de unos sesenta años se frotaba la frente mientras leía una y otra vez el mismo texto.

 Profesor Adam, la señorita Cruz ha llegado.- anunció Jack al ver que su viejo amigo no se percataba de la invasión en su estudio.

-¡Ah, estupendo! Adelante por favor. Señorita Cruz es un placer. ¿Cómo se encuentra mi querida alumna Lis?- preguntó mientras ofrecía asiento a los recién llegados.

-Me temo que no traigo buenas noticias profesor. Lis fue asesinada.



-¿Cómo dice?- contestó el profeso ante la revelación de Silvia.

-Temo que si y si he realizado este viaje para verle es porque ella me dejó una carta con instrucciones muy precisas al respecto. No debía hablar con nadie excepto con usted.- contestó mientras extendía la carta que su amiga dejó para ella y las lágrimas ante su recuerdo surgían lentamente en sus ojos.

Tras tomarla de sus manos el profesor Adam leyó su contenido en silencio. Jack miraba perplejo a ambos sin saber que es lo que estaba ocurriendo.

 -Bien- contestó finalmente el profesor- ¿Ha traído con usted el documento?

-Si- y de nuevo sacó un pequeño manuscrito de su bolso que le ofreció.

Tras estudiarlo durante un buen rato, el profesor rompió el silencio de la habitación dictando su veredicto.

-Señorita Cruz, me temo que Lis estaba en lo cierto, ¿alguien más sabe que está en sus manos?

-No. Tal y como ella me pidió no he hablado con nadie.

-Mejor así. Jack la verdad sobre la  visita de la señorita Cruz debe mantenerse en secreto. ¿Dónde se aloja mi querida niña?

-En el Marriot a pocas manzanas de aquí.

-Está bien. Tengo que consultar varias fuentes antes de poder indicar si el manuscrito que tenemos es auténtico o una falsificación y eso me llevará unos días. Si le parece me gustaría que nos viésemos de nuevo aquí mañana a las once.

-Si. No hay ningún problema profesor.

-Estupendo. Jack la dejo en tus manos. Espero que puedas hacer más agradable su estancia entre nosotros y, eso sí, no la pierdas de vista ni un instante. Hoy la acompañarás a su hotel y mañana te encargarás personalmente de recogerla y traerla aquí.

-Pero…- interrumpió Silvia al escuchar al profesor.

-Nada de peros señorita. Me temo que si este documento es auténtico y Lis falleció a causa de él, usted también puede estar en peligro. ¿No ha pensado que, aunque no haya hablado con nadie al respecto, podría haber estado bajo vigilancia? Al fin y al cabo según me indica Lis era su mejor amiga y, es más, si han estado pendientes de usted, les habrá extrañado su repentino viaje a Londres. No quiero decir con esto que sea así, pero prefiero que seamos precavidos al respecto, esta información es demasiado valiosa.

-No se preocupe profesor, me encargaré de su protección.

-Gracias- contestó Silvia mientras abandonaba la estancia.

-Gracias a ti por confiar en mi- contestó el profesor.

 Jack volvió a guiarla por los pasillos de la universidad hasta una pequeña cafetería al otro lado del campus.

-Creo que no tienes excusa para aceptar mi invitación, después puedes indicarme que te gustaría hacer antes de volver al hotel y estaré encantando de acompañarte como guía.

-Me temo que no. Acepto tu café aunque con alguna reticencia, que lo sepas.- contestó ella.

 Su exnovio  seguía exudando hombre por todos los poros de su piel y  eso a Silvia le ponía bastante nerviosa. Ya se encontraba en una situación complicada para encima ahora tener que lidiar con sus hormonas cada vez que miraba a su acompañante y no estaba dispuesta a volver a caer en la tentación.

Él había sido muy importante para ella en un momento de su vida, pero esa página ya estaba pasada y ninguno de los dos tuvo el valor de seguir al otro tras la despedida. Habían seguido caminos distintos, sin saber nada el uno del otro en quince años. Pero si no era suficiente con la muerte de su mejor amiga, el destino se burlaba de ella de nuevo trayendo a escena a su gran amor.

 Entraron juntos en la pequeña cafetería exclusiva para profesores y ayudantes del campus. Jack condujo a Silvia hasta una mesa al final de la sala donde podrían hablar sin ser molestados. Volver a ver sus ojos y su sonrisa había sido un gran impacto, y esta vez no estaba dispuesto a dejarla escapar de nuevo. El profesor le había concedido, sin saberlo, una gran oportunidad y no pensaba desaprovecharla. Silvia era todo lo que una vez quiso en su vida y que nunca supo aceptar hasta que fue demasiado tarde.

-Bueno. Cuéntame que ha sido de tu vida todo este tiempo.- preguntó Jack para romper con el silencio que se había instalado entre ellos desde que la camarera les sirvió dos cafés.

-No mucho, la verdad. Cuando nos despedimos me marché a la universidad y terminé los estudios. Aunque me costó bastante, conseguí licenciarme  en periodismo y soy redactora en un periódico local- comentó mientras con su cuchara daba vueltas al café. No se atrevía a mirar a los ojos de Jack.- Ahora estoy embarcada en un nuevo proyecto, he escrito mi primera novela y estoy esperando que los editores den su veredicto ¿Y tú? Nunca imaginé encontrarte aquí en Londres.

-La verdad que yo tampoco lo hubiese creído posible. Sabes que quería viajar, ver mundo. No era una persona lo que se dice estable.

-Si, eso lo se con certeza- interrumpió Silvia.

-Demasiado bien lo sabes- pensó- Total, que terminé en esta ciudad sin saber muy bien que hacer con mi vida hasta que un día conocí al profesor Adam y me dio una segunda oportunidad. Me contagió su pasión por la antigüedad y me ayudó con los estudios. Fue como un padre para mí.

-¿Hace mucho que trabajas para él?

-Ocho años. Bueno, tenemos todo el día libre, ¿qué te apetecería hacer?- contestó él cambiando de tema su conversación.

-No se, la verdad.

-¿Sigues siendo tan buena con la cámara como recuerdo?

Silvia rió a carcajadas ante su pregunta.

-La verdad que me gusta tanto la fotografía como escribir. Suelo encargarme de las fotos de mis reportajes.

-Entonces, ¿qué te parece si cogemos tu cámara y te enseño unos cuantos lugares interesantes, como en los viejos tiempos?

Los ojos de Silvia se llenaron de tristeza ante las palabras de él.

-No se si será una buena idea- contestó.

-¡Venga! Me gustaría verte sonreír de nuevo. Te enseñaré algo.

 Jack sacó de su cartera una pequeña fotografía arrugada por el paso del tiempo y la depositó en las manos de Silvia.

-¿Todavía la conservas?- contestó asombrada al verla.

-Siempre la llevo conmigo. Aunque no me creas, nunca te olvidé.

 No podía dar crédito a sus palabras. No estaba dispuesta a que le rompiesen el corazón de nuevo. Dos fracasos en su vida habían sido suficientes y no había sido capaz de olvidar ninguno de los dos.

 -Por favor. Prometo que me portaré bien- imploró Jack con una media sonrisa y poniendo ojos de cachorrillo desamparado.

Silvia volvió a reír

-Sabes que nunca he soportado que hicieses eso.

-Lo se. Desde que recogiste aquel perrito en la calle siempre aproveché tu debilidad ante esa mirada, la misma que él te puso y por lo que no fuiste capaz de dejarlo.

Jack exageró aún más el gesto y ambos empezaron a reír sin poder parar.

-Está bien. Será mejor que vayamos a por mi cámara antes de que nos echen de aquí por alteración del orden público.

 Fueron hasta el parking donde Jack tenía estacionado su Audi A3 de color blanco. Tras abrirle la puerta caballerosamente, se puso al volante y condujo por las principales calles de la ciudad.
Salieron del hotel donde Silvia se hospedaba veinte minutos más tarde y durante el resto del día visitaron los distintos monumentos y jardines de la capital inglesa. Silvia no paraba de hacer fotos y, como en los viejos tiempos, Jack intentaba arruinarlas todas apareciendo de improviso delante de la cámara. Risas y recuerdos les acompañaron durante toda la jornada. Recuerdos que despertaron sentimientos que creían dormidos.

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