Sin poder salir de su
asombro Silvia siguió a Jack por el pasillo hasta un pequeño despacho en el ala
lateral de la universidad. Sus pensamientos pasaban veloces por su mente
aturdida. Sin quererlo, se había abierto su caja de Pandora y no sabía si sería
capaz de controlarla.
-¡Ah, estupendo! Adelante
por favor. Señorita Cruz es un placer. ¿Cómo se encuentra mi querida alumna
Lis?- preguntó mientras ofrecía asiento a los recién llegados.
-Me temo que no traigo
buenas noticias profesor. Lis fue asesinada.
-¿Cómo dice?- contestó el
profeso ante la revelación de Silvia.
-Temo que si y si he
realizado este viaje para verle es porque ella me dejó una carta con instrucciones
muy precisas al respecto. No debía hablar con nadie excepto con usted.-
contestó mientras extendía la carta que su amiga dejó para ella y las lágrimas
ante su recuerdo surgían lentamente en sus ojos.
Tras tomarla de sus manos el
profesor Adam leyó su contenido en silencio. Jack miraba perplejo a ambos sin
saber que es lo que estaba ocurriendo.
-Si- y de nuevo sacó un
pequeño manuscrito de su bolso que le ofreció.
Tras estudiarlo durante un
buen rato, el profesor rompió el silencio de la habitación dictando su
veredicto.
-Señorita Cruz, me temo que
Lis estaba en lo cierto, ¿alguien más sabe que está en sus manos?
-No. Tal y como ella me
pidió no he hablado con nadie.
-Mejor así. Jack la verdad
sobre la visita de la señorita Cruz debe
mantenerse en secreto. ¿Dónde se aloja mi querida niña?
-En el Marriot a pocas
manzanas de aquí.
-Está bien. Tengo que
consultar varias fuentes antes de poder indicar si el manuscrito que tenemos es
auténtico o una falsificación y eso me llevará unos días. Si le parece me
gustaría que nos viésemos de nuevo aquí mañana a las once.
-Si. No hay ningún problema
profesor.
-Estupendo. Jack la dejo en
tus manos. Espero que puedas hacer más agradable su estancia entre nosotros y,
eso sí, no la pierdas de vista ni un instante. Hoy la acompañarás a su hotel y
mañana te encargarás personalmente de recogerla y traerla aquí.
-Pero…- interrumpió Silvia
al escuchar al profesor.
-Nada de peros señorita. Me
temo que si este documento es auténtico y Lis falleció a causa de él, usted
también puede estar en peligro. ¿No ha pensado que, aunque no haya hablado con
nadie al respecto, podría haber estado bajo vigilancia? Al fin y al cabo según
me indica Lis era su mejor amiga y, es más, si han estado pendientes de usted,
les habrá extrañado su repentino viaje a Londres. No quiero decir con esto que
sea así, pero prefiero que seamos precavidos al respecto, esta información es
demasiado valiosa.
-No se preocupe profesor, me
encargaré de su protección.
-Gracias- contestó Silvia
mientras abandonaba la estancia.
-Gracias a ti por confiar en
mi- contestó el profesor.
-Creo que no tienes excusa
para aceptar mi invitación, después puedes indicarme que te gustaría hacer
antes de volver al hotel y estaré encantando de acompañarte como guía.
-Me temo que no. Acepto tu
café aunque con alguna reticencia, que lo sepas.- contestó ella.
Él había sido muy importante
para ella en un momento de su vida, pero esa página ya estaba pasada y ninguno
de los dos tuvo el valor de seguir al otro tras la despedida. Habían seguido
caminos distintos, sin saber nada el uno del otro en quince años. Pero si no
era suficiente con la muerte de su mejor amiga, el destino se burlaba de ella
de nuevo trayendo a escena a su gran amor.
-Bueno. Cuéntame que ha sido
de tu vida todo este tiempo.- preguntó Jack para romper con el silencio que se
había instalado entre ellos desde que la camarera les sirvió dos cafés.
-No mucho, la verdad. Cuando
nos despedimos me marché a la universidad y terminé los estudios. Aunque me
costó bastante, conseguí licenciarme en
periodismo y soy redactora en un periódico local- comentó mientras con su
cuchara daba vueltas al café. No se atrevía a mirar a los ojos de Jack.- Ahora
estoy embarcada en un nuevo proyecto, he escrito mi primera novela y estoy
esperando que los editores den su veredicto ¿Y tú? Nunca imaginé encontrarte
aquí en Londres.
-La verdad que yo tampoco lo
hubiese creído posible. Sabes que quería viajar, ver mundo. No era una persona
lo que se dice estable.
-Si, eso lo se con certeza-
interrumpió Silvia.
-Demasiado bien lo sabes-
pensó- Total, que terminé en esta ciudad sin saber muy bien que hacer con mi
vida hasta que un día conocí al profesor Adam y me dio una segunda oportunidad.
Me contagió su pasión por la antigüedad y me ayudó con los estudios. Fue como
un padre para mí.
-¿Hace mucho que trabajas
para él?
-Ocho años. Bueno, tenemos
todo el día libre, ¿qué te apetecería hacer?- contestó él cambiando de tema su
conversación.
-No se, la verdad.
-¿Sigues siendo tan buena
con la cámara como recuerdo?
Silvia rió a carcajadas ante
su pregunta.
-La verdad que me gusta
tanto la fotografía como escribir. Suelo encargarme de las fotos de mis
reportajes.
-Entonces, ¿qué te parece si
cogemos tu cámara y te enseño unos cuantos lugares interesantes, como en los
viejos tiempos?
Los ojos de Silvia se
llenaron de tristeza ante las palabras de él.
-No se si será una buena
idea- contestó.
-¡Venga! Me gustaría verte
sonreír de nuevo. Te enseñaré algo.
-¿Todavía la conservas?-
contestó asombrada al verla.
-Siempre la llevo conmigo. Aunque
no me creas, nunca te olvidé.
Silvia volvió a reír
-Sabes que nunca he
soportado que hicieses eso.
-Lo se. Desde que recogiste
aquel perrito en la calle siempre aproveché tu debilidad ante esa mirada, la
misma que él te puso y por lo que no fuiste capaz de dejarlo.
Jack exageró aún más el
gesto y ambos empezaron a reír sin poder parar.
-Está bien. Será mejor que
vayamos a por mi cámara antes de que nos echen de aquí por alteración del orden
público.
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