jueves, 26 de abril de 2012

El Secreto del Papiro Capitulo 2 (II parte)


Silvia acababa de llegar a Londres y tras quedar en verse con el profesor al día siguiente, cogió un taxi y fue directa al hotel que había reservado. Aprovecharía para descansar del viaje y navegar un poco por la red, a ver si era capaz de encontrar algún tipo de información que le fuese de utilidad.

 En la última semana su vida se había convertido en un auténtico caos, su mejor amiga había sido asesinada por un pergamino que ahora se encontraba en su poder, había pedido unas vacaciones anticipadas en su trabajo, y había viajado hasta Londres, ¿qué más podía suceder?

Pidió que le subiesen algo de cena a la habitación y se dio una ducha para relajarse. Había pasado toda la tarde delante de la pantalla del ordenador sin encontrar nada útil. Sus ojos estaban enrojecidos y el cansancio no le permitía seguir concentrándose.



Por la mañana vería al profesor Adam y esperaba que pudiese darle las respuestas que tanto deseaba.

 Tras comer el sándwich de pollo y la ensalada que le había traído el servicio de habitaciones, terminó su coca-cola y apagó la luz quedándose dormida casi al instante.


Eran las nueve y media de la mañana cuando Silvia abandonó el hotel, un taxi la esperaba ya a las puertas para llevarla a la universidad. Esperaba que el profesor pudiese darle las respuestas que necesitaba, aunque no sabía si sería capaz de dar por finalizado el trabajo que su amiga le había encomendado.

Quería culpables y, si nadie estaba dispuesto a encontrarlos, llegaría hasta el final ella misma.

Mientras el reloj de Londres daba las campanadas que anunciaban las diez, Silvia entraba en el edificio donde se ubicaban los despachos de los profesores, estaba impaciente por encontrarse con el anciano, pero una joven le había indicado que esperase en la recepción hasta que el ayudante del profesor viniese a buscarla.

Un joven entró desde la puerta lateral que comunicaba con los despachos.

-¿Señorita Cruz?- preguntó sin levantar la vista de unos documentos que sujetaba en las manos.
-Si- contestó Silvia mientras levantaba la mirada hacia la voz que había mencionado su nombre.
-¿Tú?- respondieron ambos al unísono.

 Hacía quince años que no se encontraban cara a cara y miles de recuerdos cruzaron la mente de Silvia al encontrarse con su mirada. Esos ojos verdes inconfundibles que tantas noches la habían quitado el sueño.

Jack se encontraba igual, no había cambiado de aspecto ni un ápice, su pelo dorado, que ahora llevaba muy corto, sus carnosos labios que la hacían suspirar cuando dejaba un racimo de besos junto al pulso de su cuello y su mirada, esa mirada de chico malo que tantas y tantas veces había visto desplegar para conseguir lo que quería.

De todas las personas del mundo jamás pensó que podría volver a encontrarse con él. Llevaba camisa y pantalones blancos que realzaban más su bronceado y un pequeño colgante al cuello se podía ver gracias a los dos botones sin abrochar.

Jack no salía de su asombro. Silvia, su adorada y dulce Silvia estaba frente a él. Había cambiado bastante desde la última vez que sus vidas se cruzaran, su cabellera negra como la noche había sido sustituida por un hermoso color chocolate dorado que resaltaba sus ojos almendrados. Ya no era una niña. Vestía un hermoso vestido largo estampado en color azul y blanco palabra de honor que resaltaba sus pechos firmes y se ajustaba a su pequeña cintura;  su ropa dejaba al descubierto a una hermosa mujer, a esa mujer que nunca pudo desterrar de su mente y que tantas noches le había quitado el sueño al no poder encontrarla de nuevo.

Ambos se miraron en silencio, sin saber que decirse el uno al otro. El mundo se paró de repente a su alrededor. Jack acortó la distancia que los separaba y abrazando a Silvia depositó un tierno beso en su mejilla.

-Estás estupenda, ¿cuánto tiempo ha pasado?
-Quince años si no recuerdo mal.- respondió ella.- tú también te ves genial. La verdad no se que decir.
-Pues no digas nada. Yo también me he quedado sin palabras. Si te parece, después de hablar con el profesor podíamos tomar un café en la cafetería de la universidad, me gustaría saber que ha sido de tu vida.
-Bueno, no se que decirte. Todavía estoy asimilando el haberte encontrado aquí.
-Pero promete que lo pensarás. Ahora vamos, el profesor Adam te está esperando.

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