Su segundo salto hubiese
sido más peligroso si no hubiera sabido escoger bien el momento para
realizarlo. En esa época se encontraba abandonada aunque, doce años
después, el explorador suizo Johann Ludwing Burckhardt la redescubriría para la
humanidad. Como la vez anterior, aprovechó la oscuridad de la noche para llegar
allí. Todo se encontraba en completo silencio.
Aprovechó el margen de
tiempo de que disponía para pasear contemplando las maravillas que allí se
ocultaban.
Se acercó al edificio del
tesoro. No le sorprendió el conjunto que
tenía ante sus ojos. Muchas eran las veces que había viajado a este lugar y,
precisamente por eso, había escogido este edificio para dejar la siguiente
clave. Retrocedió sobre sus pasos buscando con su pequeña linterna el altar
erigido en la mitad del camino del desfiladero. Sabía perfectamente la
inscripción que allí se encontraba. Sería perfecta como pista. Tras grabar las
claves de la siguiente etapa una luz volvió a destellar en la noche. Su paso
por allí había sido breve.
Los asesinos del profesor siguieron la pista del último correo recibido. Llegaron al recinto
atestado de turistas a esa hora, intentando encontrar a la pareja que buscaban.
-Esto es inútil jefe.
-¿Qué podrían estar buscando
aquí?- se preguntó en voz alta el que parecía estar al mando mientras se acariciaba
la cicatriz de la cara- volvamos al pueblo y echemos un vistazo. No saben que
les pisamos los talones. Será fácil dar con ellos.
Silvia ya tenía todo listo
para partir. Viajarían en coche hasta el aeropuerto más cercano, donde pensaban
tomar el próximo vuelo con destino a Jordania. El teléfono de Jack emitió un
pequeño zumbido.
-¿Qué sucede?- preguntó ella
al ver su cara de preocupación.
-Será mejor que nos demos
prisa. Me temo que son malas noticias.
-No me dejes al margen. ¿Qué
dice el mensaje?- insistió Silvia.
-Algo ha sucedido en
Londres. Nos darán más detalles cuando nos encontremos con el contacto del
profesor. Nos espera en la terminal de salidas del aeropuerto de Gatwick.
Tomaron su equipaje y
bajaron a recepción para abonar la factura del hotel. Quince minutos después
estaban camino de Londres. Silvia había descargado toda la información sobre
Petra que había podido en tan poco tiempo y la estudiaba durante el viaje de
regreso.
-¿Cómo vamos a dar con lo
que tengamos que encontrar? Es como buscar una aguja en un pajar
-No te preocupes nena.
Cuando estemos allí algo se nos ocurrirá.
-Sólo contamos con las
coordenadas y este pequeño símbolo. Pero aquello es inmenso.
-Tranquila. Vallamos paso a
paso- contestó Jack mientras depositaba su mano en la pierna de Silvia y
realizaba una suave caricia sobre ésta.
Silvia bajó la mirada y
siguió el movimiento de sus dedos. Un pequeño escalofrío de placer recorrió su
cuerpo mientras a su mente acudían imágines de la noche pasada.
-Jack. Yo…
-No digas nada. Todo se
solucionará- contestó él antes de que pudiera terminar la frase. Volvió a
agarrar el volante con ambas manos y pisó el acelerador a fondo. El instinto le
decía que estaban en peligro y quería poner distancia de allí lo antes posible.
Cuando estuviesen en el avión rumbo a Petra se sentiría más tranquilo.
-No hay rastro de la chica
ni de su acompañante- explicaba el hombre de la cicatriz a través del teléfono.
-Averigua que buscaban
exactamente- ordenaba una voz al otro lado de la línea- quiero saber que han
encontrado y a dónde se dirigen. En cuanto lo sepas comunícamelo y sígueles la
pista. La quiero viva, o muerta.
-Se hará como usted quiera.
Silvia recostó su cabeza en
el asiento del copiloto y cerró los ojos. Jack bajó un poco el ritmo y dejó que
su mirada descendiera por el esbelto cuerpo de su acompañante. Se la veía tan
vulnerable, así, dormida. Un instinto protector inmenso surgió. La había
perdido una vez, no volvería a perderla.
Estaban llegando al aeropuerto
cuando Silvia abrió de nuevo los ojos.
-Lo siento. Me he quedado
dormida ¿verdad?
-No te preocupes. Ya estamos
llegando. Aparcaré lo más cerca que pueda y después cogeremos el autobús que
nos llevará a la terminal norte del aeropuerto. Es preferible pasar por una
pareja de turistas. Si dejase el coche en el aparcamiento del aeropuerto sería
más fácil seguirnos la pista.
-Está bien. Tú mandas. Aquí,
yo soy la turista- contestó mientras guiñaba un ojo.
Llegaron a la parada justo
cuando el autobús hizo aparición. Se sentaron al final con las manos
entrelazadas como cualquier pareja de enamorados. Al llegar a la terminal sur
cogerían el autobús que conectaba las dos terminales. No sabía muy bien como
daría con el contacto del profesor y si podría fiarse de él. Esperaba que si.
Tras llegar a su destino,
caminaron por la planta baja buscando la parada.
-¡Corre! Creo que es aquél
que va a partir- dijo Jack mientras aceleraba el paso.
Dos hombres paseaban cerca
del recinto de piedra sin encontrar nada que les hiciese entrever hacia dónde
podrían haberse dirigido.
-Llama a Lucas. Por ahora
dejaremos la situación en sus manos.- Indicó el que tenía la cicatriz en la
cara.
-Está bien jefe. Le diré que sus hombres registren los aeropuertos y las estaciones de tren. Seguramente
intentarán salir del país.
-Eso es. En cuanto sepa algo
debe avisarme enseguida. ¿Está claro?
-Como el agua.
me encanta pero necesito maaaaaaaaaaaaaaaaaaas estoy enganchada,,,, soy una adicta jajaj
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