viernes, 7 de septiembre de 2012

El Secreto del Papiro (Capítulo XI parte I)


Su segundo salto hubiese sido más peligroso si no hubiera sabido escoger bien el momento para realizarlo. En esa época se encontraba abandonada aunque, doce años después, el explorador suizo Johann Ludwing Burckhardt la redescubriría para la humanidad. Como la vez anterior, aprovechó la oscuridad de la noche para llegar allí. Todo se encontraba en completo silencio.

Aprovechó el margen de tiempo de que disponía para pasear contemplando las maravillas que allí se ocultaban.

Se acercó al edificio del tesoro. No le sorprendió  el conjunto que tenía ante sus ojos. Muchas eran las veces que había viajado a este lugar y, precisamente por eso, había escogido este edificio para dejar la siguiente clave. Retrocedió sobre sus pasos buscando con su pequeña linterna el altar erigido en la mitad del camino del desfiladero. Sabía perfectamente la inscripción que allí se encontraba. Sería perfecta como pista. Tras grabar las claves de la siguiente etapa una luz volvió a destellar en la noche. Su paso por allí había sido breve.


Los asesinos del profesor siguieron la pista del último correo recibido. Llegaron al recinto atestado de turistas a esa hora, intentando encontrar a la pareja que buscaban.

-Esto es inútil jefe.
-¿Qué podrían estar buscando aquí?- se preguntó en voz alta el que parecía estar al mando mientras se acariciaba la cicatriz de la cara- volvamos al pueblo y echemos un vistazo. No saben que les pisamos los talones. Será fácil dar con ellos.

Silvia ya tenía todo listo para partir. Viajarían en coche hasta el aeropuerto más cercano, donde pensaban tomar el próximo vuelo con destino a Jordania. El teléfono de Jack emitió un pequeño zumbido.

-¿Qué sucede?- preguntó ella al ver su cara de preocupación.
-Será mejor que nos demos prisa. Me temo que son malas noticias.
-No me dejes al margen. ¿Qué dice el mensaje?- insistió Silvia.
-Algo ha sucedido en Londres. Nos darán más detalles cuando nos encontremos con el contacto del profesor. Nos espera en la terminal de salidas del aeropuerto de Gatwick.


Tomaron su equipaje y bajaron a recepción para abonar la factura del hotel. Quince minutos después estaban camino de Londres. Silvia había descargado toda la información sobre Petra que había podido en tan poco tiempo y la estudiaba durante el viaje de regreso.
-¿Cómo vamos a dar con lo que tengamos que encontrar? Es como buscar una aguja en un pajar
-No te preocupes nena. Cuando estemos allí algo se nos ocurrirá.
-Sólo contamos con las coordenadas y este pequeño símbolo. Pero aquello es inmenso.
-Tranquila. Vallamos paso a paso- contestó Jack mientras depositaba su mano en la pierna de Silvia y realizaba una suave caricia sobre ésta.
Silvia bajó la mirada y siguió el movimiento de sus dedos. Un pequeño escalofrío de placer recorrió su cuerpo mientras a su mente acudían imágines de la noche pasada.


-Jack. Yo…
-No digas nada. Todo se solucionará- contestó él antes de que pudiera terminar la frase. Volvió a agarrar el volante con ambas manos y pisó el acelerador a fondo. El instinto le decía que estaban en peligro y quería poner distancia de allí lo antes posible. Cuando estuviesen en el avión rumbo a Petra se sentiría más tranquilo.

-No hay rastro de la chica ni de su acompañante- explicaba el hombre de la cicatriz a través del teléfono.
-Averigua que buscaban exactamente- ordenaba una voz al otro lado de la línea- quiero saber que han encontrado y a dónde se dirigen. En cuanto lo sepas comunícamelo y sígueles la pista. La quiero viva, o muerta.
-Se hará como usted quiera.



Silvia recostó su cabeza en el asiento del copiloto y cerró los ojos. Jack bajó un poco el ritmo y dejó que su mirada descendiera por el esbelto cuerpo de su acompañante. Se la veía tan vulnerable, así, dormida. Un instinto protector inmenso surgió. La había perdido una vez, no volvería a perderla.


Estaban llegando al aeropuerto cuando Silvia abrió de nuevo los ojos.
-Lo siento. Me he quedado dormida ¿verdad?
-No te preocupes. Ya estamos llegando. Aparcaré lo más cerca que pueda y después cogeremos el autobús que nos llevará a la terminal norte del aeropuerto. Es preferible pasar por una pareja de turistas. Si dejase el coche en el aparcamiento del aeropuerto sería más fácil seguirnos la pista.
-Está bien. Tú mandas. Aquí, yo soy la turista- contestó mientras guiñaba un ojo.


Llegaron a la parada justo cuando el autobús hizo aparición. Se sentaron al final con las manos entrelazadas como cualquier pareja de enamorados. Al llegar a la terminal sur cogerían el autobús que conectaba las dos terminales. No sabía muy bien como daría con el contacto del profesor y si podría fiarse de él. Esperaba que si.

Tras llegar a su destino, caminaron por la planta baja buscando la parada.

-¡Corre! Creo que es aquél que va a partir- dijo Jack mientras aceleraba el paso.



Dos hombres paseaban cerca del recinto de piedra sin encontrar nada que les hiciese entrever hacia dónde podrían haberse dirigido.

-Llama a Lucas. Por ahora dejaremos la situación en sus manos.- Indicó el que tenía la cicatriz en la cara.
-Está bien jefe. Le diré que sus hombres registren los aeropuertos y las estaciones de tren. Seguramente intentarán salir del país.
-Eso es. En cuanto sepa algo debe avisarme enseguida. ¿Está claro?
-Como el agua.

1 comentario:

  1. me encanta pero necesito maaaaaaaaaaaaaaaaaaas estoy enganchada,,,, soy una adicta jajaj

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