viernes, 31 de agosto de 2012

El secreto del papiro (Capítulo 10)



-¡Mierda jefe! ¿Qué vamos a hacer ahora?- preguntó el hombre que había disparado.
-No era así como lo había planeado. Que no cunda el pánico. Busquemos la información que necesitamos, tiene que estar en algún lugar.- Miró a su alrededor antes de dar la siguiente orden.- Tú ve arriba y busca cualquier cosa que nos ayude, yo miraré en el disco duro de su ordenador.

Revisaron todas sus pertenencias en busca de alguna pista que les ayudara para encontrar el paradero de su escurridiza amiguita, pero no había rastro de ella. En el ordenador tampoco había ningún archivo esclarecedor, por lo que la frustración estaba empezando a hacer mella. Cuando se disponía a apagarlo, observó que un correo acaba de ser enviado.
-¡Bingo!- gritó mientras una gran sonrisa se reflejaba en su cara.
-¿Si jefe?
-Imprimiré esto y después podremos irnos. Deja todo limpio. Partimos inmediatamente.




-Buenos días gatita. Es hora de despertar- dijo Jack mientras le tendía una taza de café bien cargado.
-Pero si son las 5 de la mañana- contestó Silvia mientras se incorporaba en la cama y le daba un sorbo al café.
-Lo se, pero tenemos que estar allí antes de que salga el sol ¿acaso lo has olvidado?
-Por supuesto que no.
-Venga remolona, la ducha te está esperando- dijo mientras depositaba un beso en su frente- ya tendremos tiempo para descansar después, si es que ese salvaje cuerpo me lo permite- concluyó mientras su mirada recorría ansiosa su figura desnuda.

Ella se levantó de la cama dejando que la sábana dejara el resto de su cuerpo al descubierto y se dirigió al cuarto de baño.
-Jack, respecto a lo de anoche.
-No digas nada. Se que lo que estás pensando y comprendo que a pesar de ello todavía sigas sin confiar en mi.
-Oh- contestó ella mientras cerraba la puerta del baño y dejaba correr el agua de la ducha.

“Pero lo harás. Tarde o temprano lo harás, y ese día serás mía para siempre”, susurró para que ella no pudiese oírle mientras se duchaba.

 Ya vestida con unos vaqueros y una camiseta azul salió del baño mientras se recogía el pelo en una cola de caballo. Agarró su mochila y se dirigió a la puerta de la habitación.
-¡Vamos! ¿Piensas quedarte ahí plantado todo el día?- le gritó con una pícara sonrisa en los labios mientras contoneaba sus caderas al caminar. Volvía a sentirse sexy y eso le gustaba.
-Nena, vas a acabar con mi paciencia- contestó frustrado ante sus movimientos mientras se pasaba la mano por la cara- sigue jugando con fuego y mandaré todo esto al garete para no dejarte salir de la cama en una semana.- Y salió corriendo detrás de ella.

CAPÍTULO 10


La planicie estaba en completo silencio. Algunos supuestos druidas modernos se acercaban a preparar sus rituales que llevarían a cabo justo al amanecer, llevados por las creencias místicas que ese lugar alimentaba con el paso del tiempo. Sólo esperaban que no fuesen un estorbo en sus planes.

Caminaron hacia el primer círculo de piedras con forma de columnas del que sólo quedaban en pie diecisiete de las treinta que había originalmente. Silvia estaba impresionada ante tanta magnitud y belleza. Algunos de los visitantes les miraban de reojo, pero era típico que algunos turistas se acercaran a ver sus ofrendas, por lo que no prestaron mayor atención. Alcanzaron el segundo anillo de menhires de piedra azul que se encontraban antes de la herradura en la que cinco trilitos descansaban en su parte central.


No podían acercarse mucho más a la piedra altar, puesto que en breves instantes amanecería y los druidas ya se habían ubicado para sus ritos. Decidieron quedarse junto al menhir en forma de obelisco que se encontraba enfrente del altar. Desde esa posición podían observar perfectamente la piedra talón por donde empezaba a salir el sol en esos momentos.

Jack observaba nervioso todo a su alrededor. No sabía como podrían hacer para encontrar lo que buscaban sin levantar sospechas con tanta gente husmeando por allí.

-Observa y estate tranquilo- susurró Silvia a su oído- creo que la clave está en el altar.

El primer rayo irrumpió en el horizonte, atravesando con su luz la piedra talón y dirigiéndose directamente a la piedra del altar.

-¡Mira!- gritó Silvia sin poder contener el volumen de su voz. Ese primer rayo había golpeado en un lugar concreto del altar dejando visible un pequeño grabado en la roca.


El tiempo pasaba demasiado lento. Jack estaba empezando a desesperarse ante la tardanza de los asistentes para retirarse. Ya hacía rato que habían concluido sus ritos, pero no abandonaban la zona. Justo cuando pensaba ir directamente a ellos y retirarles del altar, los sacerdotes abandonaron el lugar para desplazarse a la explanada donde se encontraban ubicados el resto de los miembros de la orden.

Tranquilamente se acercaron a la piedra mientras Jack observaba alrededor. Silvia se agachó para comprobar lo que había visto desde lejos.

-Aquí está. Ya lo tengo.
-¿Podemos irnos de una vez nena?
-Si. Vayamos al hotel y veamos a dónde nos lleva esto.-terminó de decir tras realizar un par de fotografías al grabado y comprobar que eran claras.


Deshicieron el camino hasta el aparcamiento donde habían dejado el todoterreno y tomaron la carretera que llevaba hasta el hotel en el que se hospedaban. En sentido contrario circulaban distintos vehículos y autocares con turistas madrugadores que habían llegado para visitar las ruinas. Un coche en particular llamó la atención de Silvia.

-Juraría que…
-¿Qué pasa nena?- preguntó Jack al ver que no terminaba su frase.
-Nada. No estoy segura, pero el conductor me resultaba familiar. No tuve tiempo para verlo con claridad.
- Creo que lo que usted necesita es un café bien cargado para despejar esa mente inquieta señorita.
-Puede ser. Empiezo a ver fantasmas por todas partes, jeje.


La cafetería del hotel ya estaba abierta, por lo que antes de subir a la habitación decidieron desayunar tranquilamente. Escogieron una de las mesas cerca de los grandes ventanales de la cafetería que daba directamente a la calle principal. Jack se acercó al buffet y preparó dos cafés con leche. Tras dejarlos en la mesa, volvió de nuevo a por la comida. Como no estaba seguro de que le apetecería exactamente a su acompañante, depositó en el plato huevos con bacon, una tostada y algo de fruta. Antes de volver junto a Silvia, agarró dos vasos de zumo de naranja. Sabía por experiencia propia que a ella le encantaba por las mañanas.
-Toma. Espero que te guste- comentó mientras le entregaba el zumo.
-Gracias. ¡Cuanta comida!- respondió ella.
-No estaba seguro y traje un poco de todo.
-La tostada estará bien.

Tras el desayuno, volvieron a su habitación y encendieron el portátil que llevaban con ellos.
Silvia tecleó los datos que había conseguido y esperó los resultados en el buscador.

-¡Lo sabía!- gritó cuando se desplegaron los resultados en la pantalla.
-¿Qué tenemos señorita?- preguntó Jack.
-Los números que aparecían gravados en la roca son coordenadas como las que encontramos en el pergamino. Lo que no entiendo son las otras letras.
-Si es así ¿Cuál es nuestro próximo destino pequeña?
-Petra pequeño. Nos vamos a Petra.-respondió con una gran sonrisa dibujada en su cara.

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