miércoles, 1 de febrero de 2012

El secreto del papiro (parte2)

El teléfono sonó a primera hora de la mañana, Silvia se encontraba en el baño terminando de arreglarse cuando descolgó.
-¿Si?
-Señorita Cruz, ¿es usted?- contestó una voz masculina al otro lado de la línea telefónica.
-Si soy yo, ¿con quién hablo?
-Soy el inspector Carter, estoy enviando en este momento un coche a buscarla, deseo hablar con usted lo antes posible.- contestó él.

El tráfico era intenso a esas horas de la mañana, era difícil llegar al centro de la ciudad, por lo que el conductor tuvo que cambiar de recorrido si quería llegar a tiempo a la comisaría.

Silvia entró en el despacho del detective nerviosa y preocupada por las noticias que pudiese darle. Sabía que algo le había sucedido a su amiga y esta espera la estaba matando.

El agente Carter estaba esperándola junto a una taza de café bien cargado. Llevaba el pelo corto engominado que dejaba al descubierto una frente cargada de pequeñas arruguitas. Se quitó las gafas que llevaba puestas mientras ojeaba un informe delante de su mesa de despacho y se levantó para acercarse a la visitante que acababa de interrumpir sus pensamientos mientras extendía la mano para saludarla.

-Señorita Cruz, disculpe los modos, pero era de vital importancia que acudiese lo antes posible.
-Por favor, necesito saber que le ha sucedido a Lis.
-Siento ser portador de malas noticias. Lisa Hammer ha sido asesinada.
.¡Oh Dios!- respondió Silvia mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y la bilis ascendía por su garganta.
-Le pido disculpas pero necesito que conteste a unas preguntas.
Silvia levantó su cabeza que había colocado entre las piernas cuando las ganas de vomitar habían surgido.

-Lo entiendo. Ayudaré en todo lo que me sea posible, pero deme un minuto para recuperarme- respondió mientras sacaba un pequeño pañuelo del bolsillo e intentaba secarse las lágrimas que no dejaban de salir.
-¿Cuándo fue la última vez que se encontró con la señorita Lis?- preguntó el detective.
-Hace dos semanas. Quedamos para ir a cenar juntas.
-¿Le contó algo extraño, fuera de lo normal?
-Se que estaba realizando una investigación. En el museo es la encargada de verificar la autenticidad de los nuevos objetos que son adquiridos y hacía unas semanas había llegado un nuevo cargamento.
-¿Qué más nos puede contar señorita Cruz?
-Estaba distante, como distraída. Le costaba concentrarse en la conversación. La encontré incluso algo asustada, pero no me dijo el motivo.
-¿Cuándo volvió a tener noticias suyas?
-Hace dos días. Le telefoneé y quedamos en vernos anoche en mi casa. Solíamos quedar algunos jueves para nuestra sesión de cine y palomitas.
-¿Qué sucedió después?
-No se presentó. Intenté contactar con ella, pero el móvil estaba desconectado y tampoco contestaba al fijo de su oficina. Pensé que había cambiado de opinión por lo que me acosté esperando verla esta mañana y hablar con ella.

Tras terminar con su declaración el detective Carter pidió a uno de sus hombres que llevase a Silvia de nuevo a casa, pero antes de despedirse le entregó su tarjeta indicándole que le llamase si recordaba algo que hubiese pasado por alto.

Silvia permaneció en casa el resto de la jornada. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar. Todavía no era capaz de asimilar la pérdida de su mejor amiga. Durmió durante un rato en el pequeño sofá que tenía en el salón de su apartamento, abrazada a un cojín; cuando despertó se arrastró hasta la nevera para coger algo para comer y volvió a tumbarse en el sofá.

El teléfono sonó en repetidas ocasiones, pero no se encontraba con ánimo para hablar con nadie. Había llamado al trabajo al salir de la comisaría y se tomó el día libre.

Ya entrada la noche decidió darse un baño antes de acostarse. A la mañana siguiente sería el funeral y ya no tenía fuerzas para mantenerse en pie.
Mientras se dirigía al cuarto de baño llamaron a la puerta.

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