miércoles, 1 de febrero de 2012

La pirámide de luz

hotep se despertó sumida en la penumbra, sudorosa y agitada, afectada por el
Se levantó y se acercó a la terraza embriagada por el resplandor de esa luna que parecía llamarla, atrayéndola hacia ella de una manera irresistible. Los recuerdos de su llegada invadieron su mente.


—¡Ahotep, Ahotep!, acaban de confirmarme que el faraón llegará a Menfis en tres días. Le acompañará el sumo sacerdote de Karnak.
—Neferet —contestó la sacerdotisa. Nunca has acertado con tus informadores. ¿Qué se le habría perdido al faraón aquí? No creo que sea cierto.
—Se comenta que tiene que ver con una profecía. Seguramente quieran consultar en la Casa de Vida —terminó de explicar a su amiga.
—Déjate de chismes y prepara las libaciones. Se acerca la hora de nuestras ofrendas a la diosa.

Con cara de disgusto Neferet se dio media vuelta para cumplir las órdenes que le acababan de dar. Todavía era joven e impulsiva. Sólo hacía unos meses que había entrado en el templo, coincidiendo con la fecha de su cumpleaños en la que había sido cortada su coleta de infancia. Pequeña y menuda, su carita redonda enmarcaba unos grandes ojos negros que querían comerse el mundo. Ahotep le había cogido mucho cariño a la pequeña.
Miró hacia la terraza desde donde la luna llena esparcía su luz iluminando la avenida de esfinges que daban acceso al palacio.

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