lunes, 23 de julio de 2012

El Secreto del Papiro (capítulo 7 parte I)



-¿Estás bien?- preguntó Silvia cuando por fin aminoraron la velocidad.
-No te preocupes, no ha sido nada, sólo un pequeño rasguño.
Pero ella sabía que le estaba molestando. Notaba como el sudor empezaba a caer por su frente y conducía con una sola mano.
-Da igual, en cuanto puedas para en una gasolinera. Cogeremos algo para desinfectar esa herida y echarla un vistazo.
-Silvia de verdad, no pasa nada.
-¡No! Me da igual lo que digas. Veré tu herida y no se hable más.
Pasó su mano por su pelo mientras contenía su frustración y aguantaba una mueca de dolor.
-Está bien. Sigues siendo igual de cabezota ¿eh?


Una dulce sonrisa se dibujó en los labios de Silvia mientras por dentro temblaba incontrolablemente ante los últimos sucesos sufridos.
-Todo sea por los viejos tiempos.

Silvia no decayó en su deseo de curar la herida de su brazo por lo que pararon en la primera gasolinera que apareció en su camino donde pudo comprar un pequeño botiquín y seguir la marcha hasta las afueras de Basingstoke, donde consiguieron una habitación para pasar la noche. A la mañana siguiente llegarían hasta Tidworth.

La habitación era sencilla con una sola cama de matrimonio en el centro y un pequeño cuarto de baño. Una mesa y dos sillas junto a la ventana era el resto del mobiliario.

-Me parece que hoy dormirás en el suelo- comentó Jack mientras mostraba sus blancos dientes en un sonrisa felina. El sudor seguía empapando su frente y Silvia no tenía ganas de discutir en estos momentos.
-Quítate la camiseta y deja que vea esa herida de una vez.
-¿Quieres que me desnude ya? Pensé que primero jugaríamos un rato antes de lanzarnos juntos a una maratón de sexo desenfrenado, pero veo que no te andas con chiquitas cariño.
-Jack, deja el sarcasmo para más tarde, ahora mismo no estoy de humor para tus bromas.
-Gatita, he tenido que soportar durante horas tu sermón sobre mi herida, creo que tú puedes soportar unas cuantas frases subidas de tono y estaremos en paz ¿no?- contestó él mientras mordía su labio en un intento de mitigar el dolor. Su sarcasmo y sus palabras provocativas eran su escudo ante la quemazón que sentía subir hacia su hombro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario