La velada discurría
plácidamente por conversaciones banales sobre sus vidas. Silvia no sabía si era
el efecto del vino, pero cada vez que Jack reía a ella se le aflojaban las
piernas. Sintiéndose como gelatina, no sabía si escapar corriendo de allí o
pedirle a Jack que la llevara él mismo a las puertas del infierno, pero muy a
su pesar, se despidió de ella en la puerta de su habitación con un dulce beso
en la mejilla.
-Que tengas dulces sueños
amor. Mañana pasaré a las diez a recogerte.
Y sin volver ni una sola vez
la vista, se alejo hacia los ascensores del hotel.
Los siguientes días
transcurrieron muy deprisa. Durante el día Jack y Silvia trabajaban junto al
profesor para conseguir descifrar el manuscrito y por las noches, Jack
sorprendía una y otra vez a Silvia llevándola a cenar a pequeños y acogedores
restaurantes donde disfrutaban descubriéndose de nuevo, despidiéndose de ella
con ese dulce beso en la mejilla.
Y como todas las noches
desde que salían juntos a cenar, Silvia volvía a tener una y otra vez ese
embriagador sueño en que Jack no se marchaba, la tomaba entre sus fuertes
brazos y acercaba sus labios despacio, muy despacio, hasta rozar su cuello en
el punto justo dónde su pulso se aceleraba, subiendo lentamente y dejando tras
de si un pequeño reguero de besos hasta alcanzar sus labios. Pero como todas
las noches, llegada a ese punto despertaba agitada y con dificultades para
volver a conciliar el sueño.
-Chicos, creo que ya lo
tengo- anunció el profesor después de una semana de arduo trabajo.
-¿Cómo ha sido posible?-
preguntó Jack mientras se acercaba a la mesa del profesor junto a Silvia.
-¿Veis estos símbolos de
aquí?- señaló un pequeño recuadro en el lado derecho del pergamino- son
coordenadas, estoy seguro que indican un lugar.
-Buscaré en Internet
profesor- indicó Silvia mientras se instalaba delante del ordenador de Jack.
-511044N, 14934º
Silvia introducía los números a través del teclado.
-Afirmativo. El profesor tenía
razón, y no os lo vais a creer- una breve pausa en su comentario calentó más
los ánimos- está cerca. Nos indica Stonehenge.
-Creo que allí comenzará
vuestra búsqueda muchachos. Estas letras que aparecen debajo pueden ser la
clave de ella- continuó el profesor- Organizaré todo para que partáis lo antes
posible. Jack encárgate del viaje y reserva un hotel dónde poder alojaros.
Llamaré a mis contactos y alguien os estará esperando para ayudaros y
protegeros.
-Profesor, creo que la
protección puede correr de mi cuenta- replicó Jack ante las palabras de su
mentor.
-Mi querido hijo, si como me
temo estoy en lo cierto, necesitarás ayuda para mantener a Silvia y el
manuscrito a salvo, confía en mí.
-¿Cuándo partimos entonces?-
preguntó Silvia para calmar las aguas.
-Esta misma tarde lo tendré
todo listo. A las seis pasaré a buscarte por el hotel- respondió Jack con una
sonrisa en los labios. La expectativa de pasar las veinticuatro horas con ella
le estaba empezando a poner de buen humor.
-Pues entonces que así sea-
gritó el profesor Adam- Quiero que me mantengáis al corriente de todo. Jack
compra un par de esos teléfonos móvil de tarjeta para que podamos hablar sin problemas y saca de la cuenta todo el dinero que creas necesario, si no fuese
suficiente yo os haré llegar lo que necesitéis, ¿entendido?
-Si profesor
Tras una larga despedida, el
profesor Adam abrazó dulcemente a Silvia y les instó a que se dieran prisa.
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