miércoles, 27 de junio de 2012

El Secreto del Papiro Capítulo 5 parte I



-¿Estás seguro de ello?- preguntó una voz al otro lado del teléfono móvil.
-Si señor. Hemos comprobado la información. Embarcó en el vuelo con destino a Londres, lo que no sabemos es si tiene el manuscrito en su poder, pero sospechamos que sí ante su repentina y precipitada partida.
-Está bien. Encuéntrala y tráemela.
-¿Viva o muerta señor?
-Viva por su puesto. Necesito comprobar que es lo que sabe antes de deshacernos de ella y recuperar el dichoso manuscrito. Muerta, por ahora, no nos serviría de nada.
-Muy bien, partimos inmediatamente. Creo que se dónde puede encontrarse.
Tras sus palabras el otro lado de la línea se quedó en silencio. La llamada había terminado, era hora de realizar el trabajo.
Comprobaron el horario del próximo vuelo con destino a la capital inglesa y se acercaron al mostrador de la compañía para sacar los billetes. En unas horas estarían en el viejo continente.



Silvia daba vueltas en su pequeña habitación del hotel. Al principio le parecía buena idea acceder a la petición de Jack de salir juntos a cenar, pero ahora que se acercaba el momento las dudas la acechaban. Muchos años de separación y heridas sin cicatrizar se interponían entre ellos y no estaba segura de que pudiesen empezar de nuevo. Demasiadas cosas sucedieron en todo este tiempo y se añadía un factor más, su vida estaba en juego.

Alguien llamó a la puerta. Silvia se estiró de nuevo del bajo del vestido. Había pasado horas delante del armario decidiendo que ponerse para la ocasión. Sabía que era estúpido por su parte, no tenía nada que demostrar, aún así, insatisfecha con su indumentaria, bajó a la boutique del hotel, donde una amable dependienta le había aconsejado. Acompañó la compra con un bolso y unos zapatos a juego.
Temblando como una adolescente, decidió no hacerle más esperar y giró el pomo de la puerta.

Jack observaba con ojos fascinados a la dama que tenía delante de él. Poco a poco descendió su mirada y volvió a levantarla de nuevo absorbiendo cada detalle de su pequeña y esbelta figura. Una pícara sonrisa asomó a sus labios.
El corto vestido marrón se ajustaba a la cintura por un pequeño cinturón, mientras dejaba sus hombros al descubierto cayendo delicadamente por sus brazos como un chal. Sus zapatos, con tacones imposibles, alargaban sus perfectas piernas que el vestido no cubría. El conjunto producía un efecto embriagador en él.

Silvia contuvo el aliento, Jack se veía como nunca. Enfundado en un traje oscuro parecía uno de esos personajes sacados de las novelas románticas. Su piel bronceada aumentaba el brillo de sus ojos verdes y la chaqueta se amoldaba a cada músculo de sus brazos, marcando, más si cabe, su musculoso y marcado pecho.

-¿Estás lista?-preguntó
-Si claro, podemos irnos cuando quieras.

El restaurante era pequeño y acogedor. Sólo unas pocas mesas en medio de una pequeña sala, adornadas con una vela en el centro y una barra en la parte izquierda. Detrás las puertas que conducían a la cocina.

-Buenas noches señor Hunter- saludó el maitre.
-Buenas noches Sam, ¿qué tal su esposa?
-Oh! Bien, gracias señor, la pequeña Megan ya duerme por las noches y eso ha sido un gran alivio.
-Me alegro.
-Mesa para dos, ¿verdad?
Silvia no salía de su asombro, ¿Jack preocupándose por alguien más que él? No sabía si eso era posible. Su arrogante, engreído y egoísta ex novio parecía otro hombre totalmente distinto.

El maitre  les acompañó hasta una pequeña mesa en el rincón y ayudó a Silvia a sentarse.

-¿El vino de siempre Sr. Hunter?
-Si, por favor.-contestaba Jack sin poder apartar su mirada de Silvia.-Te ves realmente preciosa esta noche.
-Gracias, tú… tú también estás muy atractivo.
De nuevo esa sonrisa pícara apareció en los labios de él, mientras su mirada descendía por su hombro dejando al descubierto una piel dulce que sugería ser besada en toda su extensión. Su mirada siguió bajando hacía las pequeñas montañas esculpidas que podía imaginar debajo del vestido y que hacía que su imaginación volase deseando esos pechos pequeños y duros que le erizaban el vello de la nuca.

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