Alex se despertó en el silencio de la noche. Miró a su
alrededor desconcertada hasta que consiguió orientarse de nuevo en la
oscuridad. Buscó a tientas el interruptor de su lamparita de noche y, tras
encender la luz, consiguió calmarse lentamente.
Era la quinta vez en esta semana que tenía el mismo sueño, y
aunque cuando despertaba no conseguía recordar todos los detalles, siempre
abría los ojos angustiada y desubicada, como esperando aparecer en otro sitio
que no fuese su cuarto. Al principio no le había dado importancia, pero en el
último mes se había convertido en un sueño habitual y empezaba a preocuparse.
Bebió un poco de agua de la botella que tenía en la mesilla
e intentó volver a conciliar el sueño, aunque sabía que sería difícil dormir de
nuevo. El calor se había vuelto sofocante desde hacía varios días. El verano se
esperaba seco y caluroso, más caluroso de lo habitual.
Una suave brisa se coló por la ventana de su apartamento refrescando
un poco la alta temperatura del cuarto. Alex se relajó en la cama quedándose
poco a poco dormida. Unos ojos verdes vigilaban su descanso.
El despertador sonó, como cada mañana, a las ocho. La noche
anterior había olvidado desconectarlo. Alex se desperezó suavemente mientras
apagaba el incómodo sonido que provenía de la mesilla. No era necesario que se
levantase tan temprano, pero el calor que había sufrido durante la noche le
hizo sentir la necesidad urgente de darse una buena ducha. Se levantó de la
cama y se acercó a la ventana para subir la persiana y permitir que los rayos
del sol iluminaran la habitación. Tenía el pequeño camisón de raso blanco
empapado en sudor. Con un rápido gesto se lo quitó y se dirigió al baño
dispuesta a darse esa ducha fresca que tanto necesitaba.
Abrió el grifo y se precipitó bajo el agua mientras
rememoraba en su cabeza las imágenes constantes de su sueño. Arena, kilómetros
y kilómetros de arena la rodeaban mientras una sombra se cernía sobre ella. Esa
era la tónica principal de su repetitivo sueño, aunque en estos últimos días
sabía que habían empezado a aparecer nuevos elementos. Un templo y unos ojos
suplicantes. Nada tenía sentido.
Tras disfrutar de la ducha se vistió con unos vaqueros
ajustados y una camiseta blanca. Se calzó sus zapatillas convers moradas y se
recogió el pelo en una cola de caballo. Un pequeño mechón se escapó de su larga
cabellera color chocolate por lo que volvió a ajustar el coletero y salió de la
habitación hacia la cocina.
Era sábado y tenía todo el día libre, por lo que se
prepararía un buen desayuno y aprovecharía para hacer unas compras en el centro
comercial.
Seguía teniendo esa sensación que llevaba varios días
acompañándola. Era extraño, nunca había sido asustadiza, pero sentía que
alguien la observaba. Se preparó un zumo de naranja natural y metió dos
tostadas en la tostadora mientras la cafetera terminaba de hacer el café.
Apenas eran las diez de la mañana y el calor ya era
insoportable. Terminó de desayunar y recogió el plato y la taza que había
utilizado cuando sonó el teléfono.
-¿Dígame?- preguntó al descolgar.
-Buenos días. ¿No te habré despertado verdad?- preguntó una
voz femenina al otro lado de la línea telefónica.
-No. Llevo un rato despierta. Incluso desayuné y todo-
contestó Alex- Por cierto, ¿Qué hará la señorita Amanda levantada un sábado a
esta hora?- preguntó a su mejor amiga.
-Pues que Will se fue pronto al entrenamiento y no podía
dormir. ¿Te apetece que pase a buscarte y nos vayamos de compras?
Alex no pudo contener la risa. Hacía varios años que conocía
a Amanda. Coincidieron juntas en el anterior trabajo de Alex y,
desde entonces, se habían hecho inseparables. Si había una cosa en especial por
la que su amiga dejase de hacer cualquier cosa, esa era ir de compras.
-Está bien. Pensaba ir al centro comercial de todas formas,
así que si es con tu compañía pues mejor que mejor- contestó Alex con la
sonrisa aún en los labios.
-¡Estupendo! Te paso a recoger en media hora ¿te parece?
-Vale. Estaré lista- y tras despedirse finalizó la llamada.
Alex volvió al cuarto de baño para lavarse los dientes
mientras iba pensando en su buena amiga. Cuantos momentos buenos y no tan
buenos habían compartido pero Amanda siempre tuvo una sonrisa en los labios.
Bueno, no siempre. Todavía recordaba las lágrimas que su amiga había derramado
por amor. Pero todo eso pasó y le encantaba verla ahora feliz y enamorada. Will
había aparecido de la forma menos inesperada en la vida de Amanda, pero había
decidido hacerla feliz y desde hacía dos años compartían piso y vida.
Alex disfrutaba con la compañía de su amiga y su novio,
aunque en el fondo añoraba tener algo parecido. Amanda siempre le decía lo
mismo, “ya verás como cuando menos te lo esperes aparecerá alguien en tu vida”,
pero Alex no tenía ganas de volver a enamorarse y más después de la última relación
que había mantenido. No quería aumentar la lista de fracasos de su vida
amorosa.
Un claxon sonó junto a su ventana. Cogió su bolso, las gafas
de sol y cerró la puerta tras ella. Cuando salió a la calle un pequeño Peugeot
rojo descapotable la esperaba junto al portal.
-Buenos días- gritaba una jovencita de piel clara sentada al
volante. Aunque era rubia, Amanda había decidido cambiar de look hacía unos
meses y se había teñido el pelo de color chocolate parecido al de su amiga.
-Buenos días- contestó Alex mientras subía al auto y
saludaba a su amiga con dos besos.
Aceleró suavemente y recorrió las calles hacia su lugar
favorito.
Como todos los fines de semana, el centro comercial se
encontraba masificado de gente realizando compras o tomando un café.
-Alex. Se que todavía está reciente lo de Lewis pero no me
gusta verte triste- le dijo su amiga mientras se sentaba en una de las terrazas
ubicadas en la planta alta del centro comercial.
-No te preocupes. Estoy bien- contestó después de pedirle al
camarero un par de cafés con leche- otro fracaso más para la cuenta y listo.
Amanda miró con dulzura a su amiga mientras removía
lentamente el café.
-Por cierto. He hablado con las chicas- comentó en voz alta
mientras sonreía- esta noche tenemos cena en mi casa- y sin dejar de sonreír se
llevó la taza a los labios guiñándole un ojo a su amiga.
-¿Qué te traes entre manos?
-¡Nada! Lo prometo, sólo que saben que estabas de bajón y
han querido organizar una noche de chicas, así podremos criticar a los hombres
todo lo que haga falta.
La verdad que el plan sonaba bien. Era bueno saber que
cuando las necesitabas ahí se encontraban sus cinco amigas dispuestas a
levantarle la moral. No sabía como lo hacían porque cada una tenía su historia
personal.
Annie acababa de divorciarse después de sufrir en silencio
durante mucho tiempo y aunque lo último que se le pasaba por la cabeza era
volver a enamorarse… un flechazo la asaltó de improviso convirtiéndose de la
noche a la mañana en la cuñada de Patty.
Alex y Patty habían organizado una velada para que Annie
conociese a su hermano y, sin pensar en que sería posible, ahí estaban, juntos
y felices.
Patty era una de las tres solteras junto a Alex. Una
morenita de ojos verdes y sonrisa dulce que tampoco había tenido suerte en el
amor. Aunque siempre decía que acababa de independizarse y no tenía ganas de
iniciar ninguna relación, en el fondo todas sabían que había noches que odiaba
encontrar vacío el otro lado del sofá.
Nancy si lo decía abiertamente y a voz en grito si la
dejaban. Había tenido varias relaciones, pero como sus amigas le comentaban, se
había vuelto demasiado exigente y ninguno de sus pretendientes cumplía con la
amplia lista de aptitudes que su futuro novio debería reunir.
Por último estaba Lucy, hermana de Annie y felizmente
comprometida con Joe y aunque últimamente no la veían mucho, siempre estaba
cuando se la necesitaba.
-Está bien. Iré-respondió Alex a su amiga mientras se
terminaba el café- pero yo llevaré el vino.
-Estupendo. Eso sí, que sea Lambrusco, ya sabes que Nancy no
bebe otra cosa.
-Lo recuerdo bien. Además llevaré unas cuantas pues me da
que será una noche muy larga.
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