Un hombre moreno de metro ochenta de estatura y no más de
cuarenta años, paseaba por la inmensa sala sin poder estar quieto. Vestía un
pantalón de cuero negro ajustado que marcaba su cintura y acentuaba más su
desnudo y ancho torso. Su cuerpo atlético dejaba al descubierto su presencia en
la batalla. Un tatuaje de un pequeño tornado descansaba sobre su pectoral
izquierdo. Su melena negra como el azabache caía sin llegar a tocas sus fuertes
hombros. Set esperaba ansioso noticias frescas. Había perdido la pista de su
sobrino hacía unas semanas, algo que le resultaba realmente extraño.
Por fin Apofis hizo acto de presencia. Era más bajo que su
líder, pero podía perfectamente competir en masculinidad. Sus ojos azules como
el océano te atrapaban en su frío corazón. Una pequeña cicatriz cruzaba su
hombro izquierdo, recuerdo de un enfrentamiento con Anubis en el pasado.
Llevaba el pelo corto y vestía todo de negro. Se acercó a la puerta de la sala
y entró sin llamar. Ya sabía que le estaba esperando. Su señor empezaba a
impacientarse y todos sabían de su ira cuando no conseguía sus propósitos.
-Mi señor- dijo su siervo cuando entró en la gran sala e
hincó la rodilla en el suelo en señal de respeto.
-Levántate. Hace rato que espero tu informe. ¿Has dado con
él?
-Si mi señor- contestó
Apofis le puso al corriente de lo sucedido en los últimos
días. Sólo él y Thot habían abandonado la morada de los guardianes sin rumbo
fijo por lo que seguir su estela había sido muy difícil. Le había llevado su
tiempo dar con él, puesto que sus seguidores más fieles no se habían movido de
su morada. Por fin esa noche había rastreado su esencia hasta dar con él en la
principal ciudad de Arizona, Phoenix.
-¿Qué estará haciendo tan lejos?- se preguntó Set
-No he conseguido averiguarlo todavía mi señor. Sólo se que
Thot está con él.
-Mi sobrino no hace nada que no haya calculado antes. Quiero
que te conviertas en su sombra y averigües que se traen entre manos. Se acerca la
noche de la conjunción y no quiero dejar nada al azar ¿está claro?- dijo
mientras se volvía hacia su más fiel servidor.
Tenía que reconocer que era un hombre impresionante. Su
elevada estatura la hacía sentirse pequeñita pero, a la vez, protegida de una
manera que no podía explicar. Aunque lo que realmente la había hecho decidirse
había sido su mirada. Sus ojos verdes la habían hipnotizado.
-¡Claro!- grito mientras entraba en su apartamento- es el
hombre con el que me choqué esta mañana en el centro comercial.
Esos ojos podía reconocerlos en cualquier parte. De hecho
llevaba soñando con ellos varios días. Pero, ¿cómo era posible que él fuese el
hombre que aparecía en sus sueños? Eso no podía ser así. Decidió no pensar más
en ello y se dirigió a su habitación dispuesta a intentar dormir algo.
Se quitó sus vaqueros y se colocó su pequeño pijama de
verano de color azul celeste compuesto de un short y una camiseta de tirantes
con el dibujo de Minnie en la parte delantera y su nombre escrito en oro; sus
dos colores favoritos.
Quitó los cojines de la cama y echó la sábana hacia un lado.
Apagó la luz de la mesilla y cerró los ojos intentado así quedarse dormida lo
antes posible.
Al otro lado de la calle una figura vigilaba la noche. Tras
ver apagarse la luz de la ventana arrancó su moto y aceleró al máximo. Ya podía
retirarse.
Llegó a su cuarto justo cuando el sol realizaba su aparición
por el horizonte. Sabía perfectamente que por el día ella estaría a salvo, los
soldados de Apofis solo podían atacar en la oscuridad pero temía la conjunción
que se daría en el cielo dentro de cuatro semanas, ese día habría eclipse total
de sol y sus enemigos aprovecharían para atacar. Sólo esperaba poder vincularla
a él antes de eso.
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